Enver Hoxha rigió los destinos de Albania desde 1945 hasta su muerte en 1985 mediante una dictadura que condenó al país a un brutal aislamiento. Líder indiscutible del Partido del Trabajo de Albania, durante los primeros años mantuvo una estrecha colaboración con Yugoslavia pero en 1948, tras condenar la "desviación ideológica" de Josip Broz Tito, rompió relaciones con su vecino mayor y centró sus miras en la Unión Soviética. Hoxha trató de imitar la programada política económica soviética y creó planes quinquenales a la manera de Stalin. Cuando los soviéticos se apartaron del modelo stalinista en 1956, Hoxha criticó el revisionismo de Nikita Jruschov y acabó por romper definitivamente con Moscú en 1961. Fue entonces cuando el dictador albanés buscó una alianza con China, que estuvo vigente hasta 1978, año en que Pekín estableció relaciones diplomáticas con Washington. Los acuerdos con los americanos hicieron que Hoxha llevara al país a un aislamiento casi absoluto que poco a poco fue desapareciendo después de su muerte. Ramiz Alia, su sucesor en el cargo, juró ante su tumba en los funerales de Estado que se celebraron en Tirana para honrar al dictador que Albania sería "siempre roja" pero iría concediendo paulatinas aperturas hasta estallar en el 92 una revolución que acabaría con el régimen.Los más de 600.000 búnkeres que pueblan el país son el reflejo de la locura de un ser como Hoxha, que tras la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 creyó necesario diseñar un sistema defensivo capaz de frenar a posibles agresores externos. Las historias y las leyendas que circulan en Albania sobre el boom inmobiliario "bunkeriano" no se pueden contar con los dedos de la manos. La más extendida apunta a que Hoxha mandó a un ingeniero construir un prototipo de estos búnkeres. En su presentación le preguntó si estaba seguro de que aguantaría el ataque de un tanque, a lo que el ingeniero afirmó que sí. De inmediato Hoxha pidió al constructor que permaneciera dentro del búnker mientras un carro de combate realizaba cargas contra él. El ingeniero, aunque aturdido, consiguió sobrevivir y Hoxha dio comienzo a sus planes megalómanos. Los funcionarios del gobierno comenzaron a extender su red de búnkeres por todo el país, ora en lo alto de un monte, ora en una vaguada; ora en medio del huerto de una familia, ora en frente de una casa. Nada importaba, estaba en juego la seguridad nacional. Hoy la mayoría de esos búnkeres están abandonados pero existen algunos que han sido reconvertidos en garajes para los Mercedes como el de Altin. Otros muchos han servido a los albaneses para perder su virginidad no sé si de la forma más segura.
A mi tambien me sorprendieron mucho en un miniviaje que hice por Albania.
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