martes, 28 de junio de 2011

Mala leche

Seguro que todos han empleado alguna vez esta expresión y algunos se habrá preguntado de dónde proviene. Durante muchos siglos se pensaba que a través de la leche con la que se amamantaba a un bebé se le hacían llegar las virtudes y los defectos de la madre o la nodriza. De ahí que tener mala leche tiene su origen en la creencia de que la persona en cuestión había sido alimentada con leche, digamos "defectuosa" o poco virtuosa.

La lactancia era una cuestión muy importante ya que iba indisolublemente unida a la perpetuación de las familias, los bebés debían ser alimentados por las mujeres para conseguir que llegasen a adultos y así heredar y continuar la saga familiar.

El arte no fue ajeno a este interés y durante la Edad Media abundaron las imágenes de las llamadas vírgenes de la leche, es decir, representaciones de la Virgen María dando de mamar a Jesús. Se trató de un tema iconográficos que tuvo mucho éxito muy repetido, pero al llegar la contrarreforma el modelo fue cambiando sutilmente mostrando menos la desnudez de María, ocultando sus pechos.
Aquí van algunos ejemplos:


Antonio Peris 1410

Pablode San Lecodadio siglo XV
Luis de Morales fines siglo XVI

Actualmente la creencia más extendida es que la leche materna es el mejor alimento para el recién nacido, siempre que sea posible, pero las cosas no se veían igual durante por ejemplo la Edad Media o la Edad Moderna. 

Las mujeres de clase alta y sus maridos solían criar a sus hijos con nodrizas. Tenían a las nodrizas internas en casa o les pagaban para que acudiesen a la casa a dar de mamar al bebé. Se trataba de algo costoso que no todas las familias podían permitirse y a veces se reservaba al primogénito, o en algunos casos a los hijos varones. Sí que parece que la tendencia era destetar a las niñas antes que a los niños.

La elección de la nodriza era una cuestión importante porque, como hemos dicho, transmitiría al bebé rasgos de su forma de ser, por lo tanto que fuera una mujer virtuosa, buena cristiana, humilde y bondadosa eran requisitos muy deseables en un ama de cría.

Ya en el siglo XVI se empezó a observar que la mortalidad entre los niños criados con nodriza era más alta que los amamantados por su madre y los médicos empezaron a recomendar la lactancia materna. Pero entonces, ¿Por qué las familias nobles y pudientes seguían eligiendo nodrizas? Las razones son varias y de diferente tipo. En primer lugar el convencimiento de que la lactancia estropeaba a las mujeres. En efecto muchas mujeres que daban de mamar a sus hijos tenían los pechos dañados por heridas y mordiscos ya que se les solía destetar cuando ya tenían dientes. La dieta poco equilibrada o con carencias en ciertos nutrientes también favorecía que las mujeres tendieran a adelgazar, lo que no era una ventaja en la época. Así, y ya que se consideraba que las mujeres del campo eran más fuertes y resistentes que las damas, parecía más apropiado que ellas se encargaran del amamantamiento.

Además, las mujeres que daban de mamar no podían seguir el ritmo de salidas nocturnas, funciones de teatro, reuniones... Los corsés apretados tampoco les favorecían y muchas dejaban de amamantar a sus hijos para poder seguir con su vida social. Las técnicas utilizadas para interrumpir la lactancia, sin embargo, les provocaban en muchos casos inflamaciones e incluso tumores, por lo que, en general, preferían que ni siquiera les subiera la leche.

A estos factores, que hoy en día pueden parecer frívolos, se unen otros de mayor calado. En la Edad Moderna se sabía que la lactancia retrasaba la vuelta a la fertilidad tras el parto. El interés por asegurar herederos, y teniendo en cuenta la alta mortalidad infantil antes de los 5 años, hacía necesario tener varios varones que aseguraran que aunque alguno muriese hubiera hermanos que pudieran ser nombrados herederos en su lugar y dieran continuidad al apellido y la fortuna familiar.
Así, la frecuencia de los embarazos hacía que las propias mujeres buscaran aligerar algo de peso y delegaran la tarea del amamantamiento.

A pesar de todo esto, la mayoría de los niños era alimentado por su madre y con el trascurso del tiempo, sobre todo a partir del siglo XVIII la lactancia materna como método preferible, se fue imponiendo poco a poco. La preocupación por la higiene que se intensificó en esa centuria, también contribuyó a que las familia spudientes no confiaran en nodrizas que normalmente vivían en condiciones insalubres.

En la Holanda protestante y la Inglaterra puritana las mujeres empezaron a ver como una obligación moral e incluso religiosa el alimentar a sus hijos ellas mismas. El mayor control de la natalidad, con una disminución en el número de hijos y por tanto, el aumento del tiempo que se le podía dedicar a cada uno, así como la mejora de la alimentación artificial para recién nacidos también ayudaron a que las nodrizas fueran requeridas cada vez menos.

martes, 14 de junio de 2011

Textos que me gustan 4: Maquiavelo, El Príncipe

[...] Esto nos conduce a una cuestión que está en disputa: ¿Es mejor ser amado que temido, o viceversa? Mi contestación es que uno debería ser amado y temido; pero, puesto que es difícil satisfacer ambas al mismo tiempo, sostengo que es más seguro ser temido que amado, si uno se ve obligado a excluir una de las dos opciones. Pues, un hombre puede, en general, decir esto: ellos son desagradecidos, volubles, falaces y engañosos, eluden el peligro y desean obtener ganancias. En la medida en que uno sirva a sus intereses son fieles. Prometen su sangre, sus posesiones, sus vidas, y sus hijos, como dije antes, en la medida en que uno no parezca necesitar de ellos. Pero, tan pronto uno requiera de ellos se vuelven contra uno. 

Cualquier gobernante que confíe simplemente en sus promesas y no tome ninguna precaución será destruido. Pues uno descubrirá que a los que se les ha comprado su favor, no acudirán a apoyarlo porque admiren su fuerza, carácter o nobleza de alma; ellos son personas a las que se les paga, pero nunca serán de uno, y al final no se obtendrá el beneficio de la inversión. 

Los hombres temen menos ofender a alguien que se hace querer, que alguien que se hace temer. Ya que el amor ata a los hombres con lazos de obligación, que (en vista de que los hombres son perversos) rompen siempre que sus intereses están en juego. Pero el miedo limita a los hombres porque temen ser castigados, y este miedo nunca los abandona. Empero, un gobernante deberá hacerse temer de tal manera que, si no inspira amor, al menos no provoque aversión. Ya que es perfectamente posible ser temido sin ser odiado. Únicamente se le odiará a uno si  se apodera de la propiedad o las mujeres de sus súbditos y ciudadanos. Siempre que mate a alguien, asegúrese de tener una excusa adecuada y una razón obvia; pero, sobre todo, mantenga sus manos fuera de la propiedad de la gente; pues las personas olvidan más rápido la muerte de su padre que la pérdida de su herencia.

El texto de hoy pertenece a una obra controvertida en su época y que sigue hoy en día suscitando opiniones encontradas. Maquiavelo escribió El Príncipe en 1513, aunque no se publicó hasta 1532, cuando su autor ya había fallecido. Está concebido como "manual" para futuros gobernantes, algo muy del gusto del Renacimiento, donde era muy frecuente escribir tratados sobre cómo debía ser el rey ideal, la mujer ideal, el príncipe ideal... Sus ideas, sin embargo, no eran tan tradicionales. La máxima "el fin justifica los medios" sigue generando debate en la actualidad. En este fragmento, Maquiavelo, insta a los gobernantes a ser temidos por el pueblo como medio de mantener el control y salpica su razonamiento de ejemplos en los que, desde mi punto de vista, retrata perfectamente la condición humana, y es eso lo que me gusta del texto. Una vez más vemos que no somos tan diferentes de nuestros antepasados. ¿Ustedes qué opinan? ¿Están de acuerdo con Maquiavelo?

lunes, 6 de junio de 2011

El diccionario de la RAEH

En los últimos días hemos asistido a la polemica que han suscitado algunas entradas del nuevo diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia. Se han alzado muchas voces y se han vertido muchas opiniones al respecto, por eso hoy vamos a tratar el asunto aquí.

Lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de analizar la supuesta objetividad o imparcialidad de los historiadores es que, citando a Marc Bloch "los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres". Aplicado al tema que nos ocupa, podemos afirmar que nadie puede sustraerse completamente al punto de vista en el que le situa el momento histórico en el que vive, sus vivencias o sus creencias. Todos arrastramos ese equipaje a la hora de interpretar los hechos cuando investigamos y elaboramos las obras históricas. Ahora bien, que no podamos "desprendernos" al cien por cien de esos factores no implica que debamos interpretar tendenciosamente e intencionadamente los hechos. Eso es desvirtuar la historia, utilizarla para apoyar nuestra ideología o manipular la opinión pública. No es nada nuevo, ha ocurrido, ocurre y ocurrirá, pero el retorcer la documentación para que se adapte a nuestras hipótesis es hacer mal historia.

Siguiendo de nuevo a Bloch en su "Introducción a la Historia" al hablar de la imparcialidad dice:
"Existen dos maneras de ser imparcial: la del sabio y la del juez. Tienen una raíz común, que es la honrada sumisión a la verdad. El sabio registra, o, aun mejor, provoca la experiencia que tal vez arruine sus más caras teorías. Sea cual sea el secreto anhelo de su corazón, el buen juez interroga a los testigos sin otra preocupación que la de conocer los hechos tal como fueron. Eso es, de ambos lados, una obligación de conciencia que no se discute. Sin embargo, llega un momento en que ambos caminos se separan. Cuando el sabio ha observado y explicado su tarea acaba. Al juez, en cambio, le falta todavía dictar sentencia. [...] Durante mucho tiempo el historiador pasó por ser una especie de juez de los Infiernos, encargado de distribuir elogios o censuras a los héroes muertos."
Dicho lo cual, existen excelentes historidores de todas las ideologías. No es de eso de lo que depende su rigurosidad, sino de ser capaces de ser imparciales a la manera del sabio. Lo contrario, ser jueces, ocurre también en todas las ideologías, pero es especialmente grave cuando ocurre en instituciones como la RAEH que deberían ser una referencia en el mundo académico.
En el diccionario de la Real Academia de la Lengua una de las acepciones de dictadura es: Gobierno que en un país impone su autoridad violando la legislación anteriormente vigente.
Eso es lo que hubo con Franco en España y el trabajo de muchos magníficos historiadores a lo largo del tiempo lo ha demostrado no con opiniones sino con hechos, con documentos y rigor.
La persona que redactó la entrada sobre Franco, retuerce el lenguaje para no utilizar la palabra, y eso es lo que se está reprobando. Que aparentemente, su vinculación con la Fundación Franco ha empañado la imparcialidad que se le debe exigir a su trabajo.
Aquí dejo una serie de links sobre el tema para quien quiera saber más:
Acto de Presentación del Diccionario Biográfico Español, elaborado por la Real Academia de la Historia
Agencia EFE (vídeo)
http://www.youtube.com/watch?v=jHD_F9OL6Ds
De Viriato al Letizia, un diccionario con todos los que son
El Norte de Castilla