viernes, 20 de enero de 2012

Gracias

Gracias por seguir ahí a pesar de lo descuidado que tenemos el blog. El trabajo nos tiene bastante absorbidos pero seguiremos escribiendo cuando podamos.

Textos que me gustan 5: Antonio Rubial

En esta ocasión traemos un texto contemporáneo de un importante historiador mexicano. Algunos de los lectores de este blog ya lo conocen, pero nos parece muy interesante dar a conocer esta reflexión a un público más amplio. A ver qué les parece esta reflexión.

La historia de un pueblo es su memoria como colectividad. Cuando esa memoria presenta lagunas, cuando la amnesia se extiende sobre una etapa de la vida, estamos ante un trauma, es decir ante un hecho doloroso que no puede ser recordado; los tres siglos virreinales han sido considerados, como nuestra Edad Media, siglos de oscurantismo, de explotación y de una dominación extranjera que es mejor olvidar.

Sin embargo, si nos ponemos a pensar en la gran cantidad de rasgos de nuestra realidad actual que se gestaron en este periodo, nos parecerá absurdo atribuirle tan poca importancia. Durante esos tres siglos se difundió la lengua española en el territorio, se adoptó la religión católica que profesan la mayoría de los mexicanos, se originaron muchas de nuestras instituciones políticas, numerosas estructuras económicas y sociales que siguen vigentes y gran cantidad de fiestas, costumbres, comidas y trajes típicos. La riqueza regional de México, que integró las realidades indígena y africana en el ámbito de la tradición hispana, se consolidó en ese tiempo.

Estos tres siglos no fueron, por tanto, una etapa más de dominación extranjera; durante ellos lo español, lo indígena, lo africano y lo asiático se fusionaron para dar origen a lo que somos: un pueblo mestizo. Mientras no comprendamos que todas esas raíces son parte nuestra y no reconozcamos la importancia de la etapa virreinal como la época en que se conformaron las características generales de nuestro pueblo, no podremos dejar de sentirnos “los conquistados”.

  Antonio Rubial García, La Nueva España, 1999

La santidad controvertida o Historia de la vida cotidiana en México, son otras de sus obras. Y para quien quiera oírle se puede ver su intervención en los programas dedicados a los siglos XVI-XVIII de Discutamos México.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La marital corrección

Hace alguna semana se celebró el día contra la llamada violencia de género. Últimamente me he tenido que dedicar a este tema por el trabajo y por eso me parece oportuno dedicar un post al asunto.
A veces por lo que se oye en la prensa se podría pensar que el auge de la violencia contra la mujer es un producto del movimiento feminista que comenzó a mediados del siglo pasado. Que como las mujeres han ido reclamando cada vez mayor "libertad" e independencia en sus parejas el hombre se ha sentido amenazado y ha utilizado la violencia para tratar de volver a tener el control. No soy ni antropólogo ni sociólogo, así que no sé hasta qué punto estas afirmaciones son ciertas, pero desde luego no lo explican todo.

La violencia contra la mujer se remonta hasta la antigüedad, como bien analiza y explica Antonio Gil Ambrona en su libro Historia de la violencia contra las mujeres, pero en esta ocasión voy a ocuparme sólo de algunas cuestiones que documentamos desde la Edad Media. La "marital corrección" es un concepto legal, que en la práctica significaba que un marido estaba legitimado para usar la violencia contra su mujer con el objetivo de corregir conductas equivocadas o "domar" a esposas díscolas. Se creía que igual que a los animales o a los niños, unos golpes a tiempo ayudaban a solucionar los problemas de comportamiento. La brutalidad en el uso de la fuerza era lo que no se consideraba correcto, pero era difícil estipular qué era brutalidad  y qué no. Algunos uxoricidas fueron declarados inocentes de la muerte de sus esposas porque alegaron que tratando de corregirlas, accidentalmente se habían excedido en el uso de la fuerza.

Si en materia legal las cosas estaban así, en cuanto a los moralistas de la época las cosas no eran muy diferentes. Por ejemplo, Erasmo en una de sus obras dedicada al matrimonio, escribió el Coloquio Mempsigamos, en el que Eulalia una feliz casada y Xantipe una mujer que sufre un matrimonio desgraciado hablan acerca de las claves para tener un matrimonio dichoso. Entre los consejos que Eulalia da están:  el sufrirle mejor como es que tratar de cambiarlo con “nuestra reciura”, y si se trataban de cambiar comportamientos adúlteros o violentos, sería mejor hacerlo por medio de la virtud y el sufrimiento.
Del mismo modo en la obra de Luis Vives el mensaje es el mismo. La mujer es la responsable de que haya armonía en su casa y por tanto las reacciones violentas del marido se deben siempre a errores, mal comportamiento o excesos de la mujer.

Pero los ejemplos datan de mucho antes. Ya en las Confesiones de San Agustín podemos encontrar el modelo de mujer sacrificada en la figura de su madre, Santa Mónica, que, a pesar de sufrir a un “marido feroz”, después del contrato del casamiento en el cual mujeres se hacían cuasi siervas, deberían ellas de pensar en su estado y condición y acordarse de su suerte, no ensorbeciendo contra sus maridos las que tomaban sus consejos y experimentaban lo que ella, alegrábanse; y las que no, eran maltratadas y sujetas.

A la dificultad que las mujeres experimentaban para denunciar el problema, se unía que, al producirse la comisión del delito en el domicilio conyugal, y por tanto en la esfera privada, este tipo de crímenes se dotaban de un carácter especial, por lo que los jueces en muchas ocasiones entendían que no debían interferir. Se trataba de un asunto familiar y por tanto la protección a las mujeres ante la violencia que sufrían en sus hogares era muy difícil de obtener.

Los uxoricidios y los delitos que se producían dentro del hogar, suponían un dilema en sí mismos para el sistema. En el Antiguo régimen el mantenimiento del orden social era uno de los pilares que sustentaban un sistema político no igualitario en el que la monarquía se situaba en el vértice de la pirámide social y política.


Este tipo de crímenes provocaba un conflicto que enfrentaba por un lado la preeminencia del poder real y sus instituciones sobre todos los súbditos y por otro, la autoridad del padre de familia sobre los miembros de la misma, que tenía su origen en las leyes divinas y el derecho natural.


Los jueces debían mantener un equilibrio muy delicado entre ambos derechos. Según la teoría política del momento la figura del monarca se podía asimilar a la del pater familias, por tanto, se hacía necesario determinar si el uxorocida había actuado dentro de los límites del derecho divino y natural que le otorgaban su autoridad, o se trataba de un hombre que había cometido un crimen dentro del ámbito familiar. La cuestión no era en absoluto baladí, puesto que la autoridad del padre de familia era concebida como soberana y natural, lo mismo que la del monarca, y por tanto, y siempre según este derecho, en teoría sólo debería rendir cuentas a Dios.Si esa autoridad era cuestionada, lo podría ser también la del rey y con ello el orden social existente.


Además, también hay que tener en cuenta la problemática que desde el punto de vista religioso entrañaban esta clase de delitos. El matrimonio como sacramento y por tanto vínculo indisoluble, cuyo fin último era que ambos cónyuges alcanzaran la salvación, se tambaleaba como concepto en el momento en que la mujer era asesinada por su marido, quien se supone que se debía encargar de protegerla y llevarla por el buen camino.


El matrimonio era en estos momentos una institución que cumplía con un papel fundamental, el de proveer súbditos a la Corona, socializar la jerarquía en su dimensión sexual y colaborar con el proyecto sociopolítico de la corona, en el que el orden social y la jerarquía eran pilares fundamentales. 


Si les parece interesante el tema, en otro post trataremos de las separaciones y sus entresijos

jueves, 17 de noviembre de 2011

Hoy vengo a hablar de mi libro (II)

Hoy soy yo el que presenta libro. Se titula El Papado y la Guerra de Sucesión española y es el resultado de años de trabajo en archivos de Madrid, Roma y Viena. Lo acaba de publicar la editorial Marcial Pons.

En sus páginas estudio las relaciones del papa Clemente XI (1700-1721) con los dos rivales en la lucha por la corona de España, el duque de Anjou –para unos, Felipe V- y el Archiduque –para otros, Carlos III-. En la introducción comento que la frontera que separa el poder terrenal del espiritual ha sido casi siempre para el Papado borrosa y permeable, y es precisamente esa delgada línea lo que me ha llevado a ocuparme de la política internacional de la Santa Sede en un periodo especialmente conflictivo en el Occidente Católico. Al fin y al cabo, es un trabajo que pretende indagar en el choque que se produjo entre la Santa Sede, preocupada por recuperar la centralidad que el factor religioso había ido perdiendo en el siglo XVII, y los intereses de los grandes poderes de Europa con la Guerra de Sucesión como telón de fondo. Quizás se explique mejor en la contraportada:

Al término de la Guerra de los Treinta Años, la Santa Sede sufrió una profunda crisis que acabó con la centralidad que hasta entonces había disfrutado en la escena política internacional. En los tratados de paz que siguieron al conflicto la razón de Estado se impuso al factor religioso como base de la negociación diplomática y el ideal católico del Papado como eje director de Europa quedó relegado a un segundo plano. No fue hasta 1700 en que la crisis dinástica de la Monarquía de España brindó al papa Clemente XI la posibilidad de revertir esta situación y convertirse en Padre Común en una contienda en la que sus «hijos», tanto el archiduque Carlos como Felipe V, procuraban su reconocimiento para convertirse en el verdadero «Rey Católico». Esta obra indaga en las razones del fracaso de la empresa pontificia en la Guerra de Sucesión española y demuestra el creciente distanciamiento entre los postulados de la Sede Apostólica y los de una Europa en la que la religión estaba cada vez más lejos de ser un elemento determinante en el orden internacional.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Que me busquen en la Academia

Hace no mucho descubrí una red social pensada especialmente para el mundo académico y de la investigación. Se llama academia.edu. No se trata de hacer propaganda de un portal (no es el facebook o el twitter de turno), pero creo que, al igual que lo es para mí, puede ser útil para muchas de las personas que pasan por la Historioteca. Digamos que es una especie de dialnet, ese  repositorio que recoge libros, colaboraciones en obras colectivas y artículos, o un google scholar, con los que quizás muchos de vosotros estéis familiarizados, pero personalizado. Es decir, que no hay un encargado de localizar tus publicaciones para ponerlas a disposición de la red sino que eres tú mismo quien tiene que subir sus trabajos para, digamoslo así, "venderse". Es ahí donde, en mi opinión, está lo bueno del sitio.

Al fin y al cabo, en nuestras carreras de lo que se trata es de dar difusión a la producción científica que con los años vamos acumulando y que muchas veces queda olvidada en la estantería de la biblioteca de la facultad, bien porque la revista que nos lo ha publicado no tiene una buena difusión o porque simplemente no llega a donde nosotros queríamos que llegase. No digo yo que no sea bueno pasearse por los congresos cargados de separatas que se van repartiendo en plan buitre, pero a lo mejor esto es más sutil.

Con Academia. edu, y eso que he empezado hace poco a utilizarlo, yo me aseguro de que buena parte de mi producción -aún tengo que dedicarle un rato- esté disponible en cualquier parte del mundo y que, quizás, alguien de California, de Perú o de Corea que esté interesado en los temas que yo trabajo, pueda conocerme, con todo lo bueno y lo malo que eso acarrea. Dejando a un lado lo negativo, que siempre hay locos en todos los foros, bien puede servir para que me llamen para una conferencia, para escribir una colaboración o simple y llanamente para que me citen. Lo cual ya es mucho. Siempre he oído decir que la historiografía española, pese a los esfuerzos para su internacionalización, es en muchos países una gran desconocida. Démosles, pues, una oportunidad para que nos conozcan.