miércoles, 9 de marzo de 2011

Carnaval, carnaval

Hoy que acaba el Carnaval aprovecho la entrada del blog para hablar un poco sobre el tema.
Desde la Edad Media, los tres días que antecedían al Miércoles de Ceniza se consideraban el tiempo de la locura, de la risa y el festejo de bienvenida a la primavera. Era el triunfo del paganismo frente al cristianismo, la victoria del mundo al revés, la representación de una sociedad igualitaria, donde no existía la pobreza ni había ningún tipo de represión. En el Antiguo Régimen esto no carecía de importancia puesto que, la estabilidad y el orden político y social, se sustentaban precisamente en que cada cual aceptase el lugar y el papel que les otorgaba en la sociedad y no cuestionasen el sistema.
El Carnaval era todo un ciclo de festividades aunque los días más importantes son el domingo, lunes y martes de carnaval.
Fiesta al aire libre, vivida en las calles y plazas con un ritmo violento y desenfrenado tanto en las palabras, (blasfemias, insultos y juramentos frecuentes) como en los hechos (la violencia crecía esos días de manera alarmante) Le Roy Ladurie ha estudiado el carnaval de Romans (Francia) donde, en 1580, hubo más de 20 muertos porque un grupo de jóvenes atacó al burgomaestre. Eran unos día en los que solía haber muertos o heridos y salir a la calle podía ser peligroso en algunos momentos.
Había también algunos caracteres mágicos e irracionales: la propia palabra carnaval-carnalidad hace referencia al paganismo y a la sexualidad. Comida, bebida, sexo y violencia son los cuatro elementos rituales del carnaval, ya que se comía y bebía hasta saciarse, pensando en el ayuno y abstinencia a que se sería sometido después por la Cuaresma. 
Todo el mundo se disponía a pasarlo bien, los hombres se disfrazaban de mujeres y las mujeres de hombres, así como de personajes célebres, de la vida o de la ficción. Se usaban máscaras y caretas, y así el anonimato permitía unas relaciones sociales y sexuales bastante libres. Solía haber competiciones y juegos de todo tipo, representaciones teatrales y bailes, pero también insultos e injurias al vecino, revelación de secretos y escándalos, persecuciones de animales, lanzamiento de objetos a los viandantes desde las casas, manteamiento de muñecos, hechos trágicos y cómicos en un ambiente de permisividad y de amplia tolerancia.


Como manifestación de liberación y placer era un periodo de desorden institucionalizado que lógicamente despertó innumerables críticas, siendo condenado por la iglesia, inelectuales, humanistas, teólogos y moralistas. La Iglesia consideraba los disfraces de inversión, hombre-mujer, hombre –animal, como una degradación de la persona, que Dios había hecho a imagen y semejanza suya, y por tanto, no se podía identificar a Dios con animales o mujeres que tenían un rango inferior a los hombres.
La autoridad civil siempre fue permisiva con el carnaval, no solían meterse en lo que ocurriera, porque sabían que tenía un final muy concreto, y que servía para aliviar tensiones que así no se dirigían contra ellos.
A pesar de todo no desapareció nunca y aunque progresivamente las elites dejaron de participar mezcladas con los grupos populares, el carnaval fue asumido por ellas y en muchas ciudades, en el interior de las casas nobiliarias y en las cortes reales se siguió practicando con algunos de sus elementos básicos. En Venecia, en el Palacio del Dux se contaba con la presencia de la aristocracia y del Nuncio, todos disfrazados y enmascarados con la famosas caretas locales. 




El carnaval llegaba a su fin con el entierro de la sardina, sátira de cortejo fúnebre con plañideras y lamentos donde, en realidad, se sepultaba la alegría de vivir antes de sumergirse en la tristeza cuaresmal. Había un fuerte contraste entre el último día del carnaval y el miércoles de ceniza, que daba comienzo a la Cuaresma, el ciclo litúrgico más trágico y grave porque se conmemoraba la muerte de Cristo, duraba en total unos cincuenta días (40 de cuaresma y luego la Semana Santa) hasta el domingo de resurrección. Todo era seriedad, tristeza y recogimiento religioso, cualquier elemento profano sobraba, estaba prohibido casarse, celebrar representaciones teatrales, juegos y todo tipo de espectáculos, al tiempo que se multiplicaban los oficios religiosos, las predicaciones y la confesión.

4 comentarios:

  1. Hoy por hoy y a tenor de lo expuesto , el carnaval se ha convertido en una patètica fiesta de disfraces.

    ResponderEliminar
  2. me anoto lo de " aliviar tensiones ". Quizás sea el motivo por lo que muchos ayuntamientos, promocionan estas fiestas.

    magnifico estudio

    ResponderEliminar
  3. Efectivamente Pedrohuelva, en el Antiguo Régimen el orden social y político se sostenía precisamente en que cada uno acatase el lugar que le había "tocado" en la pirámide social. La desigualdad era la base del sistema por lo que las revueltas y el cuestionamiento del orden establecido era el gran peligro, el temor de la clase dirigente y por tanto, dejar que "el pueblo" se desfogase por unos días ayudaba a que el descontento no se canalizase contra ellos.

    ResponderEliminar
  4. Carajo, si que nos has documentado bien. Es curioso, durante muchos años ha estado como en el ólvido y luego poco a poco volvío a resurgir con fuerza a Nivel Nacional e incluso algunos son noticia en el Telediario. Yo creo que ahora tb necesitamos liberar tensiones con la que nos está cayendo, ajajaja.

    Besos desde un faro en mitad del mar...

    Mar (... La vendedora de humo)

    PD: Gracias por pasearte por mis humildes letras.

    ResponderEliminar