lunes, 24 de enero de 2011

A la pesca del legajo

Siempre he pensado que ir al archivo es como salir de pesca: hay días que echas las redes y vuelves a casa con kilos y kilos de pescado y otros en los que, después de haber estado horas y horas a la espera de una buena captura, regresas de vacío. Claro que mi afición a la pesca también me ha hecho darme cuenta de que no es lo mismo lanzar la red y tirar de ella que ir pertrechado con una simple caña. No es lo mismo ir a sardinas que a por bonito del Norte. Para alguien que como yo se dedica a temas de historia de la diplomacia y las relaciones internacionales, sumergirse, por ejemplo, en los papeles de Estado de Simancas es una maravilla: series y series completas de consultas con precisas informaciones de los embajadores en París, Londres o Roma que llegan a su destino semanalmente. Cuando estoy ahí siempre pienso en las redes y también en que el trabajo es entretenido y aparentemente sencillo y que volveré a casa cargado de notas. Sin embargo, sé que mientras me aplico a la sardina en el mar, las truchas se esconden en los fríos ríos de la sierra y que para atraparlas no hay red que valga. Una buena pieza, también para nosotros historiadores, es como una trucha. Hay que trabajarla. Subir el curso del río contracorriente, saltar de piedra en piedra, mojarse (ya se sabe, el que quiera peces...) y lanzar y recoger mil veces la cucharilla. Las truchas  se esconden en las sombras, en las aguas frías y se alimentan de insectos que caen al agua. La cucharilla es la fórmula para atraparla pero sé que si lanzo la caña en un remanso lleno de gente, donde acuden todos, no tendré recompensa. Si, en cambio, me adentro en zonas inhóspitas y poco exploradas es probable que obtengan un buen trofeo y el reconocimiento de mis compañeros pescadores. La satisfacción será mayor con la captura de un raro ejemplar que con la red llena de comunes peces y quién sabe si habré incluso descubierto un buen caladero. Esa es la pesca del legajo. Las series documentales son magníficas y esenciales pero las truchas distinguen a los buenos investigadores.


Eso sí, un último consejo: de nada servirá disponer de la mejor materia prima si no la sabemos cocinar y acompañarla de una rica guarnición. Lo que se encuentra en el archivo no vale con sacarlo de ahí y citarlo y volverlo a citar. Hace falta reflexión, bibliografía y más reflexión. Yo, por ahora, estoy en ello aunque no sé si habré alcanzado ya el grado de cocinillas.

2 comentarios:

  1. ¡¡Qué razón tienes!! El trabajo en un archivo puede resultar, en ocasiones, teidoso, pero casi siempre tiene su recompensa. Estar horas buscando, intentando encontrar lo que se persigue... y... cuando se halla... merece la pena el tiempo ocupado.

    Muy acertada la asociación que has hecho con el mundo de la pesca. Para nosotros, los historiadores, un archivo es como un inmenso mar en el que nos sumergimos para disfrutar y del que la mayoría de las veces solemos salir felices por las "piezas" cogidas.

    Sin embargo, como bien apuntas, de nada sirve una excelente documentación si no se saben procesar de manera adecuada los datos. Ahí está la clave, en la correcta interpretación, con la que muchos investigadores no logran dar.

    Un saludo y ¡buena pesca!

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  2. El último párrafo bien podría titularse: "Marc Bloch se mete en la cocina".
    Seguro que sí ha alcanzado el grado de cocinillas, al menos tiene la costumbre de preguntárselo a sí mismo, y eso es bueno.

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